sábado, 25 de septiembre de 2021

Una nueva cultura del agua y el territorio para prevenir las inundaciones

Aspecto de Cobisa, Toledo, tras las inundaciones del 2 de septiembre de 2021. Shutterstock / BlackFarm
Antonio Gallegos Reina, Universidad de Málaga

Las lluvias torrenciales y los desbordamientos de cursos fluviales siempre han existido. Se trata de ciclos naturales que responden al funcionamiento atmosférico y al propio equilibrio de la naturaleza.

Estas fluctuaciones no solo no deberían preocuparnos, sino que tienen un papel fundamental y necesario en el funcionamiento de los ecosistemas. No obstante, en los últimos años se repiten cada vez con mayor frecuencia y con mayor intensidad inundaciones catastróficas en ríos, arroyos y ramblas.

La responsabilidad de evitar las inundaciones

Debemos entender estas catástrofes como una plasmación sobre el territorio de nuestro desconocimiento de los procesos naturales y nuestra inadaptación al funcionamiento dinámico de la naturaleza. Son fácilmente evitables, y es responsabilidad nuestra y de nuestros representantes políticos revertirlas.

Los kogui son un pueblo amerindio de Colombia que habita en la vertiente norte de la sierra Nevada de Santa Marta, perteneciente a la ancestral cultura tairona. En el año 1990, ante la evidencia de degradación ambiental y catástrofes naturales, difundieron a través de un historiador, que se puso en contacto con la BBC, un mensaje de alerta al mundo.

En el documental que vio la luz, se referían a los “pueblos occidentales” como “los hermanos menores”. Nos consideran inmaduros en nuestra relación con la naturaleza, y creen que no hemos sido capaces aún de alcanzar el equilibrio con ella. Esto, que podemos leer con una sonrisa de condescendencia, no deja de tener un fondo de verdad.

Existe en la actualidad un gran conocimiento técnico y científico sobre el funcionamiento de los ríos y de las inundaciones, y sobre el modo en que deben ser gestionadas y prevenidas. Pero todo ello no se está trasladando suficientemente a los técnicos y responsables políticos que tienen en sus manos la gestión urbanística y ambiental de los municipios y provincias.

Evitar las inundaciones es posible, y es una responsabilidad ya ineludible de la sociedad, dados los costes económicos y en vidas humanas que de manera creciente están generando, y que aún seguirán creciendo en los próximos años a causa del cambio climático.

¿Por qué se producen las inundaciones?

El hecho de que un evento tormentoso se convierta en un determinado punto en un evento catastrófico responde a causas naturales y a causas antrópicas, que difieren de una región a otra.

Entre las causas naturales, o geográficas, están:

  • La torrencialidad de las precipitaciones. Las conocidas DANA, que dan lugar a lluvias breves pero de gran torrencialidad, son situaciones atmosféricas propias del mar Mediterráneo.

  • La morfología del relieve. En España, buena parte de su litoral está conformado por una fila de cordilleras muy próximas a la costa, lo que favorece las crecidas repentinas y catastróficas.

  • El tipo de suelos. Los suelos delgados (leptosoles) y con escasa vegetación no permiten la infiltración de las lluvias y convierten en escorrentía la práctica totalidad de lo que llueve.

Y entre las causas antrópicas, figuran:

  • La distribución de la población. En España existe un muy desigual reparto de habitantes entre la costa y el interior peninsular. El gran dinamismo turístico, residencial y económico del litoral actúa como foco de atracción de población, poblamiento e infraestructuras, y todo ello en una estrecha franja de terreno. Ello conlleva importantes alteraciones del funcionamiento hidrológico de las cuencas y de los propios cursos fluviales.

  • El tipo de urbanismo y el modelo de ordenación territorial. En el caso de España ha sido explosivo y desordenado desde los años 70 del pasado siglo hasta la actualidad.

Y, por supuesto, tenemos como agravante el cambio climático. Este está aumentando las sequías (lo que da lugar a pérdida de vegetación, menor capacidad de retención hídrica de los suelos y mayor escorrentía), incrementando la torrencialidad de las precipitaciones (llueve menos, pero más concentrado) y aumentando las temperaturas (el mar Mediterráneo se calienta más, y se favorece aún más la formación de DANA).

Un cambio de paradigma necesario

Podemos aceptar todos estos hechos como ineludibles o irreversibles a día de hoy. Pero aun así, nuestro margen de actuación es amplio, y es en ello en lo que debemos centrarnos.

En primer lugar, debemos sustituir las actuaciones poscatástrofe por actuaciones preventivas. Aún a fecha de hoy, se suele tratar de solucionar los problemas generados por las inundaciones con ayudas económicas, mediante lo que se denomina “declaración de zona catastrófica”. Si solo un reducido porcentaje de esos elevadísimos gastos presupuestarios se orientara a la actuación preventiva, lograríamos paliar en buena parte las inundaciones.

Por otra parte, seguimos abusando del enfoque ingenieril, mediante la construcción de obras de defensa e ingeniería. Estas son muy costosas y se ha demostrado su insuficiencia o ineficacia. Además, alteran el comportamiento natural de lo ríos, de modo que pueden evitar inundaciones en zonas concretas, pero generan problemas mucho mayores aguas abajo o aguas arriba, pues no solucionan la carga de energía y caudal del río, y esa misma carga tiene que liberarse en algún momento. A ello debemos sumar que lo hará de una manera imprevisible, al haber alterado el perfil de equilibrio que se había venido construyendo de manera natural durante décadas.

La solución no puede ser otra que avanzar en enfoques más territoriales y respetuosos y acordes con los ríos y los sistemas hidráulicos. Debemos estudiar cómo se comportan los ríos en cada región en concreto, y tratar de favorecer ese comportamiento para evitar que haya desbordamientos o que, si los hay, estos sean en zonas menos sensibles y urbanizadas.

Corrientes como la nueva cultura del agua y la nueva cultura del territorio dan nombre a este nuevo paradigma, que responde a la creciente presión social por un cambio de modelo. Dados los condicionantes específicos de peligrosidad y vulnerabilidad del litoral, debemos avanzar en mejorar la resiliencia de los pueblos y ciudades, y en políticas adaptativas frente a las inundaciones y la gestión de la sostenibilidad.The Conversation

Antonio Gallegos Reina, Profesor Contratado Doctor del Departamento de Geografía, Universidad de Málaga

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

lunes, 13 de septiembre de 2021

La desaparición del comercio minorista tradicional. Una desgracia para las ciudades

 




Por Luis Domenech / Septiembre 13, 2021


Cuando paseo por las calles de mi ciudad, es desolador el ver la cantidad de locales vacíos a causa de la quiebra de un montón de negocios que nos están llevando a paso firme a la pérdida de una buena parte de nuestro comercio minorista tradicional y local, y no es un fenómeno localizado, pues se da en todas las ciudades. Y si desde hace unos años, ya la cosa se estaba poniendo dura, la pandemia y el e-comercio vinieron para echar el resto, o al resto que aún sobrevive a duras penas. A estas desdichas, ahora se le suma el elevado coste de la energía en lo que puede ser la puntilla que acabe con otras tantas tiendas y pequeños negocios.


No nos damos de cuenta de lo que estamos perdiendo. No es que haya cerrado una tienda de la cual éramos clientes. Es que cuando íbamos a comprar algo, nos encontrábamos con un amable tendero al que conocíamos desde décadas, que nos vieron crecer y progresar, que conocen a nuestras familias y nos preguntaban por ellas, y que sabían de memoria lo que nos gustaba de su tienda. No solo comprábamos, sino que mientras tanto charlábamos un buen rato de cualquier cosa. Era algo que a mi me gustaba y que disfrutaba.


Ahora no puedo charlar con Amazon, ni Amazon me va a contar las bondades de lo que estoy buscando e intento comprar. Tampoco me va a hacer ese descuento de amigo que bien agradecía, aunque no fuera gran cosa, pero que le daba un valor especial a mi persona; era el mejor chute de autoestima que uno pueda recibir en un acto de compra. Cada vez me quedan menos tiendas a las que serles fiel porque una tras otra van cayendo, y creo que estamos perdiendo algo muy valioso, y no nos estamos dando cuenta. 


Yo fui cliente durante décadas de confecciones Garaval. Sus amables y eficientes dependientes se alegraban cuando me veían entrar por la puerta, lo se, y me tenían muy bien cogida la medida.


- Hombre, tu por aquí..., me decían el verme, y lo primero era saber de la familia. Luego venía el "...que se te puede ofrecer...", y tras decirle que necesitaba un par de pantalones, en 20 segundos volvía con tres, de los que los tres me gustaban, porque conocían mis gustos, y cuando entraba con los pantalones en el probador, los tres me sentaban como un guante, porque sabían que de ese fabricante, sus patrones eran los que mejor se adaptaban a mi orondo cuerpo. Al final, iba por dos pantalones y me compraba los tres. Ahora para comprar unos pantalones me las veo y me las deseo para encontrar lo que me vale, y es que Confecciones Garaval ya no existe. 


Me pasa otro tanto con la ferretería de barrio (una tienda que me encantaba, pero que ya no está), y queda algún ultramarinos por mi barrio que aún frecuento; mi kioskera se jubiló, pues ya no vendía tantas revistas como antes y cerró. Menos mal que aún me queda el mercado y rezo para que los HiperSuperMega y Amazon no puedan con él. Quiero seguir viendo al carnicero, al pescadero, al panadero, al frutero y a mis amigas "As Pementeiras" que me venden esos riquísimos Pimientos de Padrón que escogen para mi de tres en tres para que no se cuele en la bolsa alguno que pique. ¡Donde, sino, me los van a elegir así!


Están desapareciendo las tintorerías de barrio que solucionaban manchas imposibles, ya no se lleva la ropa al tinte o al lavado en seco. Quedan muy pocos sastres, todo es Made in China o Bangla Desh. En mi ciudad ya no queda ninguno, pero se forran las cadenas de tiendas tipo ZARA que están en todas las ciudades del país y de cualquier país al que uno vaya.


Hace unos días echó el cierre la oficina bancaria de mi barrio, Abanca la cerró, y de su personal, se que alguno se fue prejubilado y el resto reubicados en otras oficinas. Mas de 40 años estuvo abierta y ahora solo queda el cajero automático como recuerdo, y creo que por poco tiempo. La e-Banca es el futuro. Las personas ya no cuentan, solo sus números. Somos apuntes contables y nada mas. No me gusta, prefiero la Banca de antes, pero es lo que hay.


Cierran las peluquerías de tres en tres. El Covid y el precio de la energía hicieron inviable el negocio, y lo nunca visto: hasta los bares y similares caen como moscas, pues ya no lo resisten mas. Saben que el verano se acabó y que vienen los tiempos de hibernación que traen consigo la gran pregunta: ¿Hiberno hasta el próximo verano? , o cierro definitivamente...


Mi amigo Fran y su mujer Esther se lo estarán planteando un año mas, tras una temporada del verano, con un mes de Agosto espectacular. Pero Agosto es un mes, y el año tiene doce.

Cuantas personas se estarán replanteando que hacer en lo que les queda de vida, toda vez que el negocio que les daba de comer ya no es rentable, que en vez de ganar dinero con el, se pierde. No merece la pena el esfuerzo.


Es desolador, y triste. Hasta se nota en las calles, y para imagen, la que encabeza este artículo y que corresponde a una calle peatonal del centro de Vilagarcía. No hay calle mas triste en la ciudad que esta, con casi todos sus bajos comerciales vacíos. Calles sin ruidos, sin vida, sin escaparates en los que pararse a mirar mientras se pasea, y como aquí, en muchas otras ciudades antes llenas de vida y de comercio, repletas de gente con bolsas al brazo, sonrientes, felices.


Está desapareciendo el comercio minorista de nuestras ciudades y no nos estamos dando cuenta de lo que estamos perdiendo. Puede que lo que lo sustituye sea mas cómodo y barato, pero seguro que no es mejor que lo que teníamos, ni mas fiable. Yo me sigo fiando de mi tendero, porque nunca me falló, y siempre me resolvió cualquier problema que pudiera haber con la compra, en el acto. Quiero proteger del e-comercio lo que aún queda en mi ciudad de ese comercio tradicional. A la hora de comprar, prefiero seguir tratando con personas.